OCTAVARIO
FESTIVO[1]
o relación de las
Fiestas que durante 8 días se celebraron en Moya en acción de gracias a San
José y a Santa Teresa por el nacimiento de la hija primogénita de los Marqueses
D. Diego López Pacheco y Dª Luisa Bernarda Cabrera y Bobadilla, llamada en el
bautismo Teresa Antonia Josefa. (1º a 8
de Mayo de 1628).Escrita por el capellán Constante Félix[2].
Nació Dª
Teresa el 19 de Febrero, cuando todos los vecinos de la villa rezaban la Salve
en la iglesia de Santa María por el feliz alumbramiento de la Marquesa, y
hallándose en Madrid el Marqués.
Bautizóla
el licenciado García de Espinosa Villanueva, arcipreste.
Pregón
para prevenir luminarias; hiciéronse hogueras que con el humo, luces de las
casas, repiques de campanas, artillería y chirimías, convertían la villa en un
incendio y en un infierno (sic).
Máscara
de a caballo de ocho caballos, con costosísimas invenciones, arreos y trajes,
corriendo por las calles y escaramuzando en las plazas, y acompañados de una
danza de la gente moza de guitarras, adulfes y rabeles.
Las
fiestas acordadas para S. José se trasladaron al 1º de Mayo, en atención al
tiempo de Cuaresma y Pasión en que se estaba.
Se
pregonó licencia por 8 días, desde Jueves Santo hasta la 2ª Dominica de Pascua
a todos los presos por cualquier delito, para que pudieran pasear libremente, y
para prevenir subsistencias, se avisó a todos los lugares vecinos que pudiesen
traerlas libres del pago de derechos.
El 2 de
Abril el Ayuntamiento y principales de la villa con chirimías, atabales y
tambores fijaron dos carteles de desafío en el torneo, uno en la puerta de
Palacio sobre tafetán listado azul celeste y nácar, y otro en lo claro de los
corredores del Ayuntamiento, con estos versos, que se repartieron por los reinos
de Castilla, Aragón y Valencia.
Porque
en su fuerza se fían
dos famosos caballeros,
dichosos aventureros,
a tornear desafían.
Sustentando por empresa
que sola Fénix ha sido,
sola sol, y que ha nacido
la mas hermosa Teresa.
Y firmes y sin mudanza
probarán en la estacada
los cinco golpes de espada
y los tres botes de lanza.
Se levantó en 8 días un balcón revestido de verde en el
frente de la plaza, para que los Marqueses presenciaran los regocijos, con otro
al igual del corredor en que se fijaron los carteles, para las damas y criadas
de la Marquesa.
1º de
Mayo, a las 4 de la tarde salieron camareros, gentiles hombres, caballerizos,
maestresalas, mayordomos, bracero y secretario del Marqués, desgorrados, con
bandas y cadenas de oro y pedrería.
En los
umbrales de la 1ª puerta de Palacio echaron una banda verde, de costoso bordado
al Dr. Pedro López Cantero, Corregidor del Estado, que llevó a la niña en sus
brazos a la iglesia, de donde salieron a recibirla el clero con sobrepellices y
frailes trinitarios, dominicos y franciscanos rodeados de infinitas gentes que
se apiñaban y estrujaban por ver a la niña.
Aunque
sobre la cerca, y asestada a los tres frentes de Valencia, Aragón y Castilla
estaba dispuesta la artillería, se acordó, por no asustar a la niña, suspender
los disparos hasta el anochecer.
Venían
primero los coches de las amas, damas y doncellas de la Marquesa, las que
dispusieron una riquísima cama cerca de la pila bautismal para depositar en
ella a la niña.
Entraron
4 danzas con tamboriles, flautas, sonajas, guitarras y dulzainas que, saludando
a la niña que lloraba y calló al verlas, llegaron al fin de la carrera, a
tiempo que echaban a vuelo sus campanas las iglesias de Santa María y demás
parroquias.
Llevaban
las 2 puntas de la mantellina D. Diego Ruiz de Castelblanque, Señor de las
Torres Bajas, y D. Vicente Ferrer, Alférez y Regidor perpetuo de Requena, hasta
la iglesia de la Trinidad, parroquia de los Marqueses. En el altar mayor se
levantaban hasta casi tocar la bóveda de la capilla tres pirámides ochavadas,
cubiertas de brocados pajizos de 3 altos, con bordados de alcachofas de oro, y
adornaban las paredes muchos relicarios, con esculturas de medios cuerpos, propiedad
de los Marqueses, y entre ellas candeleros de plata con hachuelas de cera
blanca de Valencia, y ramilletes de mano primorosamente imitados: todo bajo un
dosel cubierto de plumajes de oro y preciosos bordados, y en el centro una
tabla con San José y debajo un San Francisco y un San Antonio. Entre el
Sagrario y las imagen de San José, la imagen de Nª Sª del Buen Suceso, y
encima, una acabada escultura del Niño Jesús. Asentada sobre una ara, la
custodia de oro, de sutil y delicado trabajo. En los altares, frontales de
brocado, flores de oro y blanco, que con el terno entero, se estrenaron para la
fiesta.
En
medio, dos aparadores, uno de plata blanca lisa, otro de dorada, y allí muchas
piezas de oro, joyas, reales derechos que los Reyes han debido a los Marqueses
de Moya. Las ocho gradas de los aparadores estaban cubiertas de ricos brocados,
y en aquellos, aguamaniles, fuentes, jarros y otros vasos para la misa. Al pie
de los aparadores, 2 bufetes de plata con braserillos con los pomos o cazoletas
de plata que con los pebetes y otros aromas esparcían fragantes olores.
Sobre 12
hacheros de plata ardían hachones de cera blanca. Los techos cubrían
terciopelos carmesíes, y el suelo alfombras turquesas, con laberintos de
labores y azucenas. El arco que divide la Capilla mayor estaba forrado de
tafetanes verdes de Indias, con bosques y aves pintadas, de oro, asentado sobre
liso; el mismo adorno tenían las demás capillas.
Los
otros muros del templo cubría la admirable tapicería de 9 lienzos, de Pomona
con la transformación de Vertumno (Ovidio Libro XIV Metamorfoseos). Remataban los arcos unos países de pincel, y a los
lados del dosel del Sagrario, las Arracadas, colgadura vinculada en esta Casa,
y blasón suyo, que con la tapicería citada valen más de 15.000 ducs. El
púlpito, vestido de brocado de tres altos, donde predicó el miércoles Fr. Tomás
Bravo, lector de teología en el Convento Dominico de Santa Cruz de Carboneras.
Pila
bautismal.- Cubierta la techumbre y suelos de ricos brocados de oro. Junto a
ella un bufete grande de plata con figuras de relieve, y al lado braseros con
olores, pastillas y perfumes.
Tomó a
la niña de brazos del Corregidor el cura de San Juan, licenciado Pedro de
Ayllón Mucho trigo [sic]. Pasaron junto a ella los caballeros y criados desgorrados,
con toallas en los hombros, y llevando capillo, capita, saleros, mazapán, y
aguas de olores en aguamaniles dorados. La vela, cubierta de doblones de a
cuatro, puestos de canto desde el pie hasta la llama. Hechas las ceremonias por
el Arcipreste, llevaron a la niña a la cama preparada y la desnudaron.
De todo
Aragón vinieron las mejores voces y los mejores instrumentos de música,
flautas, cornetas, chirimías, clarines y dulzainas, y en la plaza, instrumentos
militares, tambores y atabales.
Llevaron
a la niña a la pila en carnes, con un cendal de fina holanda de cintura abajo,
y vuelta a la cama, la vistieron una tunicela parda de sayal y manto blanco,
como las monjas Teresas.
Dióse la
vuelta la comitiva por el pasadizo a palacio por evitar tantas apreturas de la
gente.
Fuegos
dispuestos por el Cabildo.- Ante los balcones de los Marqueses, y a prudente
distancia, se plantaron dos pinos con enrejados de cañas, y caños y mangas de
cohetería, acosando y maltratando de tal modo a la apiñada multitud, que hubo
que despejar la plaza.
Desembocó
por una calle una soldadesca de feísimos demonios con baqueros y máscaras de
llamas, bastones de bombas de pólvora y mangas de cohetes; dieron vuelta a la
plaza y, postrándose ante el balcón, el capitán Luzbel desafió a los demás
demonios en versos durante media hora. Luego comenzó la guerra, jugando
montantes y bastones, y soltando en tierra muchas bolsas, brotaban de ella
millares de cohetes voladores y rateros que convirtieron la plaza en puro
infierno, con los aullidos de los demonios, el estruendo de los fuegos y los
alaridos de la gente, hasta las once de la noche en que puso término a la
fiesta la salva de chirimías, cornetas, dulzainas y otros instrumentos.
Martes 2 de Mayo
A las
11, lucida comitiva de nobles y caballeros principales, extendida en dos bandas
desde Palacio, esperaron a que saliese "la Marquesa, la nueva madre, cifra
de un cielo, la aurora de los orbes, la luz destos campos, la alegría destos
valles, la Pandora destas sierras, el asombro del mundo” y el "milagro de
la tierra"; en silla azul celeste, llevada por dos robustos mozos,
vestidos con baqueros de terciopelo, largeados de oro.
Delante
de la silla iba el Fénix generoso a pie, muy galán, y cubierto de diamantes, y
en medio de dos caballeros. Seguían los coches, y en el 1º, tachonado de oro y
cortinaje carmesí, la niña con sus amas, damas y criadas. En otro coche con
adornos verdes, las doncellas, damas y dueñas de la madre.
Para ver
la comitiva puede decirse que había tanta gente sobre los tejados como en las
ventanas, calles y plazas.
Salieron
las nuevas danzas ofrecidas por la villa de Utiel. Era una batalla de soldados
con penachos negros.
Siguieron
bailes, reverencia al Sº Sacramento; misa, y durante ella, se colocó un sitial
de brocado con rosas de oro, diciéndose a la nacida y a la madre las oraciones
de ritual.
Volvió
la comitiva a Palacio, abriendo camino 6 alguaciles, seguidos de 60 soldados de
Villar del Humo, con coletos de ante, cadenas, bandas y penachos, disparando
arcabuces, y tras aquellos varias danzas de diversas invenciones a lo galán y a
lo villano, con baqueros largeados de oro, monteras de damasco, y muchas
plumas.
Por la
tarde asistieron los Marqueses, con el mismo acompañamiento referido, a
Vísperas solemnes de San José, que duraron 2 horas.
Entraron
las danzas, sesteando reverentes al Santº Sacramento, y volvieron a Palacio los
Marqueses, quedándose en la plaza los clarines dando la señal para la máscara.
Iluminada
la villa con las hachas de las ventanas, y hogueras, pasaron tocando ocho
atabaleros a caballo, vestidos de libreas de grana con alamares de azul y
pajizo hasta la casa del Corregidor, donde se reunieron los 24 caballeros
siguientes:
Don Luis
de Guzmán, camarero del Marqués y D. Francisco Xaraba, en caballos uno morcillo
y castaño el otro; jaeces bordados y penachos blancos y azules; las libreas,
baqueros de tabi azul con florones de plata y penachera azul y blanca.
Don
Fernando Chirino de Loaisa y D. Bernabé de Ribera, Administrador del puerto real
de la villa. Caballeros alazanes, enjaezados de pajizo y blanco, de oro y
plata; penachos y garzotas. Los Caballeros, baquerillos de violado y pajizo,
largueados de franjones de plata, y con penachos y garzotas como sus caballos.
D. Juan
Granero de Heredia, caballerizo del Marqués y D. Leonardo Nascio, genovés,
maestresala y gentilhombre, en caballos castaño y rucio rodado,
respectivamente. Gualdrapas de terciopelo morado oscuro, sacadas puntas y
hechas giras acaracolilladas, en ondas de plata. Ropones o sayos con mangas
perdidas, cubiertos de las mismas guarniciones. El 1º llevaba prendida el ala
del sombrero con un diamante sobre el que asentaban dos troncos de plumagería.
Su compañero, grandes plumas sujetas con cintillo de refulgente pedrería.
Tras
éstos salieron dos esclavos, D. Francisco Llorente, por antonomasia El
Ingenioso, y D. Bernabé Guerrero, Contador mayor del Marqués. El 1º en caballo
jabonado blanco, y el otro sobre caballo castaño. Jaeces sobre terciopelo verde
y cañutería de oro y plata. Chaquetas de finísima grana, calzones marineros,
puntas y encajes de pita; borceguíes cordobeses color naranja; mascarillas
negras. Llevaban cifras de la nacida, significando ser esclavos suyos.
Don
Diego Mauricio de Caballón, niño de corta edad, montado en caballo morcillo,
con crin rizada entretejida de cintas y florones; jaez escarchado, recamos de
oro sobre terciopelo azul turquí; acicate dorado; borceguíes cordobeses
argentados.
Fue su
compañero el Dr. Gaspar Cavero de Espinosa, en caballo castaño, cabos negros;
caparazón dorado, cubierto de lentejuelas de plata. Ambos sujetos vestían
preciosos sayos y capellares de plata escarchada, con canutos o gusanos
retorcidos de plata tirada. En los sombreros alas azules, atrencillados de
hilos de oro.
Don
Vicente Fuerte y Juan Llorente seguían a los anteriores en caballos tordillos,
caparazones de azul y oro y costosa bordadura. Aquellos, vestidos a lo galán y
cortesano; terciopelo con mantos imperiales de velos de plata y azul; rosones
en los hombros, que casi tocaban a las plumas blancas y azules de los
sombreros. Bandas hasta los pies de los caballos; extremos de puntas de oro;
espadas y dagas doradas; borceguíes blancos y acicates bruñidos.
Seguían
Marcelo de Salazar en fogoso caballo castaño, y Sebastián Llorente en otro
alazán. El 1º lucía sus galas sobre terciopelo blanco y cañutillo de oro;
baquero, con plumajes de bordadura, penacho y garzota blancos. El caballo del
2º con caparazón encarnado, sembrado de sierpes de plata; penachos blancos y
rojos y bandas de volantes de hilos de plata.
En
caballo tostado, estrellas blancas, salió el licenciado Peralta, y Francisco
Peinado de la Torre en caballo morcillo; los dos con caparazones rosa seca, y
tartuguillas de plata bruñida. Llevaban los ginetes baquerillos de damasco y
florones de oro, sembradas a trechos muchas perlas, y bandas nacaradas y puntas
de oro a los extremos.
En
caballos tordillo uno y blanco el otro, seguían dos caballeros vestidos a lo
turco, con feos rostros, arremangados los brazos y ceñidos de florones de nácar
y rubíes. En derredor del turbante llevaba cada uno cuatro letras: DETE a la
derecha y RESA a la izquierda. Aljubas verdes e punto de seda; penachos verdes;
borceguíes blancos; alfanjes plateados.
Seguía
el Ayuntamiento. Dos escribanos, Miguel Fernández y Juan de la Torre. El
primero en caballo rucio, desempedrador; caparazón bordado de argentería y
cañutillos sobre campo de cañutillo pajizo; el del 2º llevaba jaez verde
bordado de hilos de oro; los dos, penachos blancos y morados. Los jinetes
vestían baqueros de tela escarchada sobre azul.
Don José
Barrasa y Cárdenas (el Cuerdo), regidor, y D. Eugenio de Peralta, procurador
síndico y general, en sendos caballos alazanes tostados, con jaeces iguales en
color y penachos. Llevaban aquellos baqueros largueados de pasamanos de oro en
arpón, tres a tres, y banda verdemar con puntas de oro.
El Dr.
Pedro López Cantero, Corregidor, y el regidor Gaspar de Caballón, salieron
vestidos con baqueros azul celeste con franjones de oro largueados; plumas
blancas y gajadas. Los caballos, tordillo y alazán, llevaban en los extremos de
los jaeces lunas blancas de plata escarchada; las cabezas en forma de alas de
garza.
Partidos
en dos bandas, pasearon las plazas y calles, y en la de Palacio corrieron dos
parejas. Frente a los balcones de los Marqueses hicieron acatamiento bajando y
levantando las hachas; hicieron escaramuza encontrada, y al fin pasaron carrera
en que pudo haber algún desmán, por ser todo el espacio entre paredes para los
choques. Duró hasta las 12 en que los Marqueses se levantaron y los atabales y
tambores dieron señal de retiro.
3
de Mayo
Repique
de campanas a las 8, repetido a las 9; toque de tambores y clarines. Reunióse
el Ayuntamiento y los caballeros; la gente moza del pueblo, engalanada con
ajorcas y patenas prendidas en pespuntados sayuelos. Salieron los Marqueses
cubiertos de diamantes y pedrería, y entre el estruendo de artillería y
arcabucería, músicas y danza soldadesca, caballeros y pueblo entraron en la
iglesia y oyeron ante su sitial de pie la misa, colocados en dos bandas 10
sacerdotes con preciosas capas, y luego el sermón que predicó el Dr. D. Antonio
de Buedo y Alarcón.
A la
tarde volvieron los Marqueses a presenciar el Auto que al efecto se estrenó de
Los mejores casados, Joseph y María, y fue tanta la gente, que sacaron el
Corregidor y alguaciles a los patios más de 1.000 personas que se estrujaban y
asfixiaban entre gritos y súplicas. En el Auto hubo costosas tramoyas, grandes
galas y músicas. Para esta fiesta y demás comedias se trajeron las mujeres más
diestras representantes y las bailarinas más hábiles que pudieron encontrarse.
En la Loa al Sacramento, San José y la Virgen, las tramoyas representaron los 4
elementos con sus efectos, y terminó el día entre el estruendo de las músicas y
el resplandor de luminarias y fuegos.
4 de Mayo
Salvas
de artillería al amanecer señalaron el encierro de 6 feroces toros.
"Enseñaronlos en partes que comodamente pudiesen "reducirlos a la
plaza, y a sus solas ensayaba el mozuelo la "ligereza de su brio; y a
silba en vano brincando y saltando las "barreras".
Cerróse
la plaza y cubriéronse las ventanas con diversidad de libreas, alfombras y
tafetanes.
Hicieron
en la plaza alarde las 2 soldadescas. El balcón verde de los Marqueses se
adornó con dosel y cortinajes de brocado recamado de oro, y para que vieran sin
ser vistos, pusieron a los lados antiparrillas de colores. Las sillas y
almohadas de brocado.
Dada por
las músicas la bien llegada de los Señores, se depejó la plaza, quedando solos
"los ligeros mozos que castañeteando cabriolas, menospreciaban
burlas". Acallando el susurro de la multitud y hecha la señal de las
chirimías, salió el primer toro. Acosáronle algo hasta embarrarle; cayó sobre
él una lluvia de garrochas, y a las 2 vueltas tocaron a desgarro. "Quitole
la luz una capa y una traidora espada la vida. Torozandole las piernas".
Dos valientes mulas enramadas le sacaron de la plaza.
Lanzada
de a caballo.- Inmediatamente salió el 2º toro, negro, que picado de los silbos
y de las garrochas, se revolvía furioso, cuando encontró la muerte en la
espada, y como el anterior, fue sacado por las mulas.
Salió
por una puerta un mancebo, D. Fernando Chirino de Loaisa, montado en alazán
vendado de liga verde. Dio vuelta a la plaza y al trono, desgorrado. Empuñó la
lanza que le alargaron sus lacayos; ciñó a las sienes el sombrero, levantóle el
ala y aguardó al toro 3º, león de piel trocada y de librea no suya, que al
principio despreció el desafío; pero despertado su furor por la herida de la
garrocha, se arrojó rabioso sobre el caballero que diestramente le quitó la
vida de una lanzada. Entre los aplausos de las damas y el toque de las músicas,
se retiró el mancebo ufano y vencedor, entre los arcabuceros.
Truecan
estos los arcabuces por partesanas, alabardas y chuzos, colócanse en ala, y
aguardan el empuje del 4º toro que sale horrible, o adentro en el seno
maltratado, o en la plaza ofendido. Arremete y desbarata la barrera de
relumbrantes hierros, hacinando soldados cual débiles pigmeos; pero enardecidos
éstos, se rehacen, y sin aguardar a la segunda embestida, buscan unidos a la
fiera, que muere acribillada a lanzadas. Tocan cajas y retiran al toro.
Lanzada
de a pie.- Salió a la plaza un criado del Marqués, Cristóbal de Morales, mozo
robusto, de anchas espaldas, que empuñando una lanza, firme en sus pies y
pujante en sus brazos, aguardó la acometida de un toro tostado, frente
arrugada, ligero y bufador, que, rechinando los dientes, y mascando las abundaduras
de la boca, esparce la arena, y apenas atiende al bulto, cuando choca con una
punta que barrenó su frente y agujereó sus cascos por lo más duro del arco de
la ceja y traspasó los sesos, con que cayó en tierra agonizando, quedando el
mozo con el asta en la mano y el toro con el hierro en la frente.
En este
día se salió de la plaza el Salinero, toro que viéndose sólo, dio una testarada
a una barrera y desbarató armellas, cerraduras y quiciales, teniendo encima más
de 100 hombres.
Para el
último, piznado y negro, por ser ya de noche, se dispuso el desgarro, y al
toque de chirimías, acabaron con él a estocadas los mozos.
Comedia
en Palacio.- (No se dice cuál fue. Sólo se describe el adorno del salón con
tapicerías, sobre cartelas doradas de trecho en trecho, candeleros de plata con
medias hachuelas de blanca cera, y en el compás en medio de la sala, 4 hermosos
candelabros de 12 velas cada uno. En el lugar preferente, un trono bajo dosel y
sitial desde donde presenciaron los Marqueses la representación, hecha por las
personas principales de la villa, con entremeses, bailes y músicas. Cabían en
el salón 600 personas, y quedaron fuera más de 1.000. Acabó a las 12 de la
noche.
5 de Mayo
Salvas
de artillería. En la puerta del Palacio se colocaron muchas culebrinas,
naranjas y medias naranjas, que dispararon a las 7, como en los siguientes
días. Recorrían las calles las músicas de clarines, dulzainas y tambores: hizo
alarde la soldadesca con arcabuces y mosquetes, y puede calcularse el
estruendo, sabiendo que 200 hombres disparaban las armas, y que se componían
las músicas de 10 cajas, 6 atabales, 8 tamboriles, y otra multitud de
instrumentos, chirimías, rabeles, cornetas y guitarras.
Por la
mañana hubo paseo general de todas las personas a quien tocaban las fiestas.
Carrera
en Palacio de los caballeros, saliendo el primero el Marqués en caballo
morcillo en que corrió 2 carreras y otras 2 en otro castaño. Habíase puesto un
Mayo alto y liso con 3 señales, a que se daba diferentes y preciosos premios, y
una cogolla verde era el último, pero el peligro evidente impidió que treparan.
Gansos.-
Salieron en forma militar con libreas y alabardas los soldados de guarda de la
villa para contener a la gente que iba a presenciar esta fiesta. Los Marqueses
se situaron en el balcón y los caballeros en la plaza con lucidos vestidos,
cadenas y penachos.
El
cuello del primer ganso resistió más de 10 carreras, si bien algunos jugaron de
galantería dándole con la mano o llevándole las plumas, hasta que cedió el
cuello a las fuerzas de Marcelo de Salazar.
El del
segundo resistió durante una hora a la
furia de los ginetes, hasta que logró arrancarle Juan Vicente Fuertes. Pasóse
la tarde en descabezar gansos, corres parejas, escaramuzar a lo galán en la
plaza y hacer pruebas de ginetes.
Por la
noche hubo luminarias, se repitió la máscara con diferentes galas y bizarrías,
las parejas y escaramuzas en la plaza frente al balcón.
6 de Mayo
Toros.-
Al alba el encierro. A la tarde, entre el estruendo de instrumentos bélicos y
músicos, tomaron asiento los Marqueses y el Ayuntamiento y se celebró la
corrida de 5 toros.
Muerto
el 3º vino noticia de que el toro Salinero, escapado días antes, estaba a las
puertas de la cerca. Aguijoneáronle, y le entraron en la plaza entre cabestros
y otras reses.
Trajeron
la merienda 6 pajes en cuerpo, sin sombreros, pero lujosamente ataviados,
presididos por el Maestresala genovés Leonardo Nascio, que con tohalla al
hombro, al estilo de su oficio, se encaminó al balcón en compañía del
Procurador Síndico general Eugenio de Peralta, ambos sin sombreros, y haciendo
reverencia besando los pies a los Marqueses, ofreció de parte de la villa la
merienda, compuesta de dulces y conservas de Valencia. Probáronla los Marqueses
e hicieron que participasen de ella los que debajo del balcón estaban, cayendo
sobre ellos nubes de diversidad de confitura y mazapanes.
El
Salinero.- Dejáronle sólo los cabestros: despejó la plaza, se dirigió a la
puerta por donde otro día escapara, y no pudiendo romperla, se dispuso a
resistir a las garrochas. Al sentirse herido por la primera, acometió furioso
reparos, tablones y vallas, rompiendo cuanto encontraba; y no atreviéndose
nadie a torearle, le echaron dos alanos. De una coz reventó a uno y estropeó al
otro, y como venía la noche, le dispararon 5 arcabuzazos, atravesándole el
corazón el 5º.
Comedia.-
Por la noche en el teatro y salón hubo representación, bailes, entremeses y
músicas, hasta la una.
7 de Mayo
Torneo.-
Al amanecer, 30 carpinteros armaron un teatro en cuadro, con dos pabellones en
los frentes, con sillas, uno de plumajes de oro sobre nácar desde lo alto de la
borla y capirote, rodapies flocado de pajizo y encarnado, donde se acogieron
los dos mantenedores, y el opuesto de tela verde aflocado de azul y
transparente, de modo que los de dentro conocían a los de fuera y estos no
conocían a los de dentro. A éste se retiraron los aventureros.
Púsose
un trono con dos sillas y dosel de brocado, estrado de la Justicia que había de
otorgar los premios. Todo quedó custodiado por soldados de guardia.
El
cabildo eclesiástico invitó a los Marqueses a asistir a una 2ª fiesta de danza
y máscaras de diablos, con más, un toro encohetado, que salió a la plaza
arrojando multitud de atronadores cohetes, que abrasándole, le enfurecían, sin
que lograse abrirse salida rompiendo vallas y puertas, hasta que cayó muerto
abrasado.
8 de Mayo
Torneo.-
A la 1 de la tarde hicieron señal las trompetas del principio de la fiesta. Fue
nombrado general del Campo D. Juan Granero de Heredia, y entró en la plaza
acompañado de muchos caballeros y de los padrinos del torneo. Vestía de
terciopelo negro, preciosa cadena o cabestrillo, y plumas negras; en cuerpo,
banda atravesada por el pecho, y en la mano bastón tachonado de chapetas de
oro. Fue recibido al son de pífanos, trompetas y tambores, y él y su
acompañamiento hicieron la primera reverencia a los Marqueses, y después a los
jueces D. Diego Ruiz de Castelblan, Señor de las Torres, y D. Vicente Ferrer,
Alférez de Requena, que ya ocupaban sus asientos detrás de un bufete grande,
sobre el que en fuentes doradas estaban los premios.
Entraron
tocando cajas y pífanos músicos con trajes de grana, calzas y sayos aforrados
en tafetán pajizo mosqueado; seguíanlos cuatro caballeros en cuerpo y con
bastones, y los padrinos, con el primer caballero.
Puestos
en cuadro, se presentó Bernabé de Ribera, primer mantenedor, vestido de calza
de obra y tonelete pajizo claro, con peto, espaldar, celada, manoplas y
brazaletes resplandecientes. En la celada, rico penacho, entre cuyos rizos
aparecía un sol dorado, entre nubes, con letras: POST NVBILA FEBUS. "Un
follaje en círculo a la tarja de volante azul y plata, que este se extendía
desde la cima del penacho por los suelos. Blandía un asta de 25 palmos como si
fuera mimbre. Hechas las señas las cajas que llevaba este caballero y las que
estaban en el estrado con el General, salió a recibirle cortesmente a la última
grada; dieron vuelta a la plaza cajas, pífanos, padrinos, General y mantenedor,
que hizo dos reverencias ante el balcón de los Marqueses y una ante el estrado
de los jueces, y la tercera a las damas, pasando luego al puesto y tienda señalada para los sustentantes. Los padrinos
dieron una letra en conformidad con la
divisa del Sol, y que sacó en una tarja un criado vestido de blanco, a lo
sayagüés, con calzón, sayo y caperuza. El sol entre las nubes era conforme al
que tienen en sus armas los Marqueses, y la letra, alusión al nacimiento de una
niña después de tantas congojas, decía:
Salió el sol, huyó el nublado,
y todo ha
quedado en fin
con luz por un
serafín.
Desembocó
por una calle un hércules, el genovés Juan Antonio Mucio, disformemente alto, y
más que alto, galán, blandiendo un asta, como las otras, de 25 palmos. Iba
armado, levantada la visera; rica y costosísima calza rosa seca; tonelete
sembrado de chapería de plata; hojas y cifras que decían: TERESA; arnés
pavonado, cubierto de bruñidas estrellas; pretina y talabarte bajo de que
pendía la espada de torneo; penacho rico, blanco y rosa seca, asentado sobre
rosón de plata, cuyo centro eran diamantes. Apadrinábanle 4 hermosos meninos de
menos de 12 años, con ricos vestidos y costosas joyas. Los cinco llevaban
bastones y bandas rosa seca y blanco. Al extremo del cuento de la lanza
caminaba un paje de tarja que llevaba en ella un ave Fénix abrasada en llamas,
y al pie, cifra de Teresa, rodeada de estas letras:
Soy sin segunda en la tierra.
El
caballero Bernabé Guerrero se acercó al teatro, donde le recibió el General,
dio vuelta, y al llegar al balcón, hizo 2 reverencias ante el trono de los
Señores, una a los demás, pasó por la tienda del contrario y llegó a la otra
parte de la vuelta donde arrojó la lanza, alzó la visera, y los padrinos dieron
a los Señores, jueces y damas una letra que decía:
De Teresa la hermosura,
de sus padres el valor,
son ave fénix de amor.
Hecho su desafío al contrario, salió éste de su tienda y
colocáronse frente a frente blandiendo las lanzas, que del primer choque
volaron las astillas. Diéronles los padrinos otras y quebraron las tres
gallardamente, excitados por el toque de las cajas. Desenvainaron y se dieron
cinco feroces golpes, y acudiendo los padrinos, tendieron los bastones y
apaciguaron a los encarnizados caballeros, que se apartaron levantadas las
viseras. Los padrinos del 1º convidaron al 2º, Bernabé Guerrero, a descansar en
la tienda de aquel, donde fue recibido por Bernabé Ribera con los brazos
abiertos. Firmáronse las amistades, y ambos caballeros prometieron sustentar
este torneo contra todos los que viniesen.
Acompañado
de padrinos, bien vestidos de gala y penachos, salió D. Luis de Guzmán, con
calzas de obra y tonelete verde, cubierto de tela transparente de plata;
talabarte de gamuza, de que pendía la espada de torneo; plumajillos de buril;
penachos azules que salían de tres florones de volante de plata, a manera de
los de manto militar, fijos en la celada. Llegaba a tierra el volante y el aire
le arrastraba por el suelo. Hechas las reverencias como los anteriores, pasó
por la tienda de los dos mantenedores, púsose frente a frente, y arrojando la
lanza, salió el primero. Dióle un pejecillo la letra puesta en una rodela, y que
consistías en una cortinas azul oscuro entre las que aparecía un blanco pecho
del que salían algunas gotas de leche, y dellas, esparcidos unos rayos o
lumbres. Decía la letra:
Luces o lenguas han sido
que han hablado siendo
mudas
para quitar nuestras
dudas.
Alusión
a las dudas al embarazo de la Marquesa, disipadas el día de Reyes por aquel
indicio de la leche.
Al son
de cajas y pífanos, los caballeros rompieron las tres lanzas, diéronse los 5
golpes con las espadas; retiráronlos los padrinos y recibieron los premios de
los jueces.
Tocóle
el turno a Leonardo Nascio, que salió entre 4 padrinos con bastones verde y
plata, vestido con calzas de obra blancas, tonelete aprensado, sobre plata,
armas bruñidas; sobre la celada, pirámide de plumas de varios colores; sobre
talabarte blanco, bordadura argentada con la espada de torneo; hacía tres
florones en la espalda el manto de volante, cuyos extremos blanco y negro
arrastraban; extendida por el pecho rica banda verde y punta de oro. Blandía el
asta que casi se juntaban los extremos, y hechas las cortesías y puesto frente
al contrario, diéronle en una lanza plateada una letra conforme a la divisa de
un lucero que terminó la pirámide, siendo la misma de la tarja que llevaba el
criado de rodela:
Ardo como este león
por
salir con esta empresa
en
servicio de Teresa.
Porque
era la divisa un león, abrasado en llamas, pisando las 4 letras ARDO, alusión
al nombre del caballero Leonardo, que ardía en llamas del deseo de salir
victorioso en servicio de la ilustrísima niña.
Rotas
las 3 lanzas y dados los 5 golpes en las espadas, llevaron los padrinos al
caballero a la tienda de los aventureros, informaron a los jueces y éstos
sentenciaron sobre los premios.
Salió el
aventurero D. Fernando Chirino de Loaisa, con penachos blancos, verdes y
pajizos; armas pavonadas, asidos dos rosones verde y plata; extendido el
volante hasta el suelo. El paje le dio en una tarja la letra T con una luna y
la letra: Teresa toda es tesoro; rompió sus lanzas y dio sus golpes de espada
como los anteriores.
Don Juan
Vicente Fuertes. Armas blancas y bruñidas; calza y tonelete negro; banda y
penacho azules. Su paje le dio en una tarja la letra de sus padrinos, que era
una Fama vestida de nácar, tocando una bocina, de cuya boca salía un rótulo que
decía: Venció por Teresa Fuertes; además un caballero armado en lo alto de un
castillo, y en el espacio del campo liso de la tabla una quintilla que decía:
Si Fuertes me dieron ser
y
Vincencio soy por mi,
la
fama dará a entender
que
por Teresa hoy aquí
a
fuertes he de vencer.
Justó con el segundo mantenedor y se retiraron.
Salió
luego otro caballero con calza leonada y negra, penachos azules, y desde la
cimera cubiertas de red de oro las espaldas; talabarte dorado, en que enlazó la
espada de torneo. Dieron letra los padrinos, conforme a la tarja, que era un
árbol llamado Lotos, con que los antiguos significaban el nacimiento del sol,
que al nacer resucita ramas u hojas, que en su ocaso se marchitan y caen a
tierra. De un escudo de armas de los Señores, orlado, salía un sol con un verso
latino, que decía: Clarus in ofenso procedat lumine Titan, y de unas nubes
aparecía otro sol poniente, dando ambos con sus rayos en el árbol, y este
verso: Hoc radiante viret lotos, sine lumine marcet, y este terceto:
Ya no temo tu caída,
que este nuevo que aparece
eternos rayos me ofrece.
Alusión
a los ojos de la niña.
Terminado
el combate, salió D. Francisco Llorente, con armas lisas y acicaladas; calza de
obra columbina, penachos blancos, banda, talabarte y espada. Los padrinos
dieron la letra de la tarja, en que venían figurados Hipócrates y Galeno y en
medio un asnillo comiendo verdes hojas, significadas por seis aforismos. En lo
alto de la tarja había una esfera con una estrella de oro, tocada de rayos que
salían de dos tarjas, y debajo estos versos:
Venció esta estrella al mar
sus
opuestos, de tal suerte
queriéndola oscurecer,
que
vino Teresa a ser
colirio contra la muerte.
Al pie
de los dos médicos, estaba este terceto:
Vuestros simples y compuestos,
pues
no entendéis el idioma,
será
bien que yo me coma.
Alusión
al descuido o inadvertencia que hubo en el embarazo de la Marquesa, y a que, a
pesar de la misma suerte, escapó del embarazo por la mano de Dios.
Justó
como los demás e hizo pausa en espera de otros caballeros de estos reinos,
entreteniendo el tiempo las músicas; pero, haciéndose tarde, desafiáronse dos
caballeros, a que siguieron otros dos desafíos.
Llegó el
tiempo de la folla, en que, de cuatro en cuatro, hicieron furiosas astillas las
lanzas y se golpearon reciamente con las espadas, enardeciéndose de tal modo,
que no bastaban a separarlos los padrinos y los maestros de armas que habían
venido de Valencia.
Premios.
Diéronse a los tres mantenedores, en pólizas, con un terceto cada una, escrito
en carmín.
La
primera se dio a Bernabé de Rivera, cuya divisa era un sol, y decía:
Preciosamente vestido
salí,
soldado español,
que
parecéis vos el Sol.
En las
espaldas, la libranza del premio, que fue un corte de vestido de tirela negro,
un espejo ochavado, de cristal, un par de guantes de ámbar y seis de flor.
Al
segundo, Bernabé Guerrero, cuya tarja fue un ave Fénix, dieron los jueces esta
letra:
Más que la Fénix es rara
en
modo y disposición
vuestra graciosa invención.
El
premio consistió en un espejo de cristal y un barco de plata.
Al
primer aventurero, D. Luis de Guzmán, le celebraron los golpes de espada con
esta letra:
Marte
furioso temblara
y
resistir no pudiera
golpes de espada tan fiera.
Por
premio llevó media naranja de plata, medias de seda negra, de Toledo, y seis
pares de guantes.
Al
segundo, por más galán, Leonardo Nascio, le dieron estos versos:
Vuestras
llamas y León
diciendo a todos están
que habéis salido galán.
Premiáronle
con un espejo de cristal, un relicario de oro y seis pares de guantes de flor.
A D. Fernando
Chirino, tercer aventurero, por su destreza en quebrar lanzas, se le dio este
terceto:
Hoy vuestras lanzas han
dado
piconpicando el amor;
vos soys gentil picador.
El premio consistió en una salvilla de plata dorada, con
óvalos esmaltados de azul, seis pares de guantes flores y un anillo.
Al
cuarto, Juan Vicencio Fuertes, por su nombre, y por la fuerza de los choques de
lanza, se le dieron estos versos:
Tanto
es fuerte vuestro brazo
y alienta tantas pujanzas,
que hacéis astillas las lanzas.
Consistió
su premio en medias de seda parda de Toledo, 4 pares de guantes de flores y un
bolso bordado.
Al
licenciado Peralta por lo bien que siguió los compases de los pasos, le dieron
esta letra:
Bizarro, galán y airoso
dais los pasos a compás,
que no hay en el mundo más.
Fue el
premio un espejo de cristal; 6 pares de guantes de flores y un bolso bordado.
Al 6º y
último, D. Francisco Llorente, por lo bien que pareció su tarja y letra, le
dieron esta:
De
la letra se colige
que vuestro ingenio penetra,
que así lo dice la letra.
Fue el
premio un barco de plata; 6 pares de guantes y un bolso bordado de seda y oro.
Con lo
que terminaron las fiestas.