Capítulo I

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73. PONCE DE LEÓN, Pedro.- "Milagros y loores de la Emperatriz de los Cielos, Santa María de Texeda, con un tratado de oración y contemplación". Valencia, 1663. 522 págs., 4º.

Segunda de las historias clásicas de Texeda. La primera es la de su tío Juan Ponce de León, de la que da cuenta el doctor Caballón en su historia manuscrita de Moya del año 1625, fº 27v, que ya no conoce Bermejo en el siglo XVIII, quien escribe la tercera, que viene a resumir las tres. No exenta de interés, a pesar de su estilo farragoso, y ciertamente mejor estructurada que la de Bermejo, aunque menos rica en datos históricos. Narra los milagros noticiados hasta la fecha, ordenados por su naturaleza, lo que le permite largas y copiosas disquisiciones con abundante apoyo bibliográfico, y fuertemente imbuidas de embeleso mariológico. Por ejemplo, agrupa los milagros que salvan ahogados, y aprovecha para extenderse en consideraciones en torno al "poder" de María sobre las aguas. Su carácter serio y especulativo, parece conducirle a escribir el “Tratado de Oración y Contemplación”, que tuvo problemas con el Índice, Muñoz y Romero, “Diccionario Bibliográfico-Histórico”, pág. 124, Muñoz y Soliva, Obispos, pág. 229, y Bermejo, págs. 470 y 517, donde quedan claras las sospechas de molinosismo albergadas acerca de sus comentarios sobre la contemplación, modo personal y directo de acercamiento a Dios, sin intermediarios, que despierta no poca desconfianza en los censores. Se declara Pedro en este asunto seguidor sin ambajes de uno de sus maestros de espiritualidad en Toledo, Fray Bartolomé de la Vega, famoso por sus arrobamientos, constituyendo varios de los pasajes más hermosos del libro las escasas alusiones a su prócer, que encierran, quizá, un grado de comunión espiritual con matices para todos los gustos. Es Bartolomé de la Vega un interesantísimo personaje de quien también tenemos noticias en Altuna, su Chronica, libro III, págs. 429/435, aunque muy confusas, y en Francisco Manzano, "Centellas de amor de Dios, y su Madre...", Madrid, 1653, ff 256 a 269v, donde también se cuenta la vida de otro de los modelos vivos de Ponce de León, Fray José de Segovia, en ff 100 a 142v, discípulo aventajado del mismísimo Simón de Roxas, que es el personaje central del libro de Manzano. Tanto Ponce como Altuna y Manzano dan cuenta de una misteriosa premonición de Fray Bartolomé, según la cual estaba próxima la muerte de un prelado, que acaba haciéndose realidad en la persona del arzobispo de Toledo. El conocimiento de las extrañas facultades de vidente de que hace gala el trinitario produce su destierro al monasterio de la Fuen Santa. Aunque existe cierta disparidad en las tres narraciones citadas, ya que Altuna afirma que Vega muere en 1579, y Manzano traslada al P. Segovia el mismo turbio asunto, nosotros creemos que se trata de la misma persona.

En cuanto al “Tratado de Oración y Contemplación”, deberíamos decir dos palabras no obstante la necesidad de un estudio más profundo que obviamente no nos proponemos. La imputación de molinosismo es, cuando menos, anacrónica, ya que la primera edición de la Guia espiritual es de 1675, en Roma, o sea doce años después de Milagros y Loores. En segundo lugar, no hay en el libro de Ponce nada comparable al rigor moral de Miguel de Molinos, y sí buena dosis y estilo de la magnífica escuela española de oración, de la que son luminoso ejemplo Juan de Osuna, Bernardino de Laredo y el Doctor Constantino, véase Bataillon, E y E, págs. 587 y ss. Comparte con todos ellos y otros místicos, aunque de forma muy atemperada por un espíritu timorato, un universo de modelos que se hace inevitable desde la irrupción del erasmismo: San Agustín, San Buenaventura, Dionisio Areopagita, Gerson, etc., además de San Juan de la Cruz, Santa Teresa, Juan Taulero y otros lugares comunes nadando en un mar de misticismo paulino, y pone especial cuidado en no desaprobar la oración vocal, las obras de caridad y el culto externo, pág. 23 del Tratado.

Parece que fue Ponce rescatador de cautivos en ejercicio por lo que narra de sus viajes a Tetuán, págs. 77 y 121, con descripción de las mazmorras en los términos más truculentos, y alguna que otra aventura no exenta de interés en otras páginas. Fr. Antonino de la Asunción, “Diccionario de escritores Trinitarios”, tomo II, pág. 224, le hará responsable del rescate de 258 cautivos en 1656. Mas, llegado el momento, interrumpe sus actividades misioneras y opta por vida más contemplativa, forzado, quizá, por el mal de la piedra, que nos pone de manifiesto dedicando un capítulo, el XVI, a los milagros sanadores de esta enfermedad, en el que se muestra ciertamente entrañable: no dejéis de leer el milagro de 1543, pág. 170, con sabrosos paréntesis del autor, que demuestra conocer muy bien los efectos de la dolencia. De su opción por la apartada vida es ilustrativo el último párrafo de la dedicatoria preliminar a Don Antonio de Quintanilla, "Desterrado de la Corte...", donde hace gala de magnífico estilo literario que, con altos y bajos, mantiene a lo largo del libro y pone al servicio de una clara pretensión catequista, con brillantes imágenes preñadas de terror en ocasiones, y muy efectivas.

Es evidente su desconfianza en las mujeres, lo que contrasta, o quizá no, con su santa pasión por la Virgen. Véase por ejemplo su opinión sobre las señoras que faltan a sus obligaciones domésticas, y se pasan el día en misa, pág. 119; o el caso de la que oculta una y otra vez su pecado en confesión, y suspira, pág. 91; o esa otra mujer que tiene al demonio peludo, negro y con uñas debajo de la cama por el mismo motivo, pág. 217; o su opinión sobre el escaso recato de las señoras cristianas, en comparación con las orientales, que él conoce bien debido a sus misiones de rescate, pág. 340; o su repugnancia por los afeites, pág. 344, y su versión de la endemoniada lasciva, págs. 194/196, que conocemos a propósito de la entrega del cíngulo de castidad a Simón de Roxas, cap. XVIII. Véase el mismo asunto en el P. Bermejo, el P. Vega, y López de Altuna, su Chronica, libro III, cap. XII, págs. 488 y ss. En general, sólo las mujeres acaban siendo objeto de turbios manejos por el demonio, como en la historia de María y Momo, pág. 207 y ss, magnífico relato premonitorio de los mejores folletines seriados del romanticismo. No llega, en cualquier caso, a esgrimir justificación teológica alguna en su apoyo. Véase al respecto lo que dice el P. Manzano en su obra citada, fº 100v, donde afirma que el cuerpo es 40 días mayor que el alma en los varones, y 80 en las hembras, peregrino argumento que, rectamente interpretado, podría ser esgrimido modernamente en la polémica abortista. Pero no es éste, aunque muy significativo, el aspecto más relevante del libro, cuyo análisis general dejamos a otros más entendidos. Interesa resaltar que, en menor abundancia que la Historia del P. Bermejo, facilita datos dispersos de interés, como sus comentarios sobre la pobreza de la Tierra de Moya, "Es casi todo este Marquesado una tierra infructífera, que apenas lleva pan para su sustento...", pág. 15, y sobre los pinares. No da fecha a la inundación de 1516, aunque alude a ella, pág. 46, y habla de otra riada en 1621 a propósito de un milagro, pág. 227. Hace somera descripción del convento en pág. 47 y ss., por la que sabemos que ya entonces había una hospedería anexa, como es costumbre en cenobios de la Orden. Administra a cuantagotas los nombres de algunos profesos, y habla de la existencia del molino, situado a 400 pasos del convento; la altura de la muralla de Moya, 24 varas castellanas, aparentemente excesiva, en pág. 143, etc., etc. En cuanto a la fundación del santuario, opta por 1395 a cargo de Fray Bartolomé de Texeda, págs. 14, 24/25 y 46, y afirma en pág. 16 haber encontrado un manuscrito entre unos papeles viejos de la casa que informa del asunto, lo que es fuertemente contestado por Bermejo con ayuda del P. Vega, “Historia de Texeda”, págs. 12 y ss. Véase también Altuna, libro III, págs. 413/415, y Vega, II Parte, libro IV, cap. LXI.

Aborda Ponce con brillantez el hecho, bastante curioso por cierto, de la aparición de la Virgen en la copa de un tejo, págs. 17/18, del que dice el Dr. Juan Zafrilla en su aprobación preliminar, "Arbol éste, como todas erudiciones observan, dañoso, funesto, apestado, y horrible; de cuyo humor exprimido se forma el tóxigo, y se dispone el veneno. Llevando la saeta, como cantó Ovidio, dos muertes en el acero (quando la tiñe el humor del texo) la que obra con la herida, por donde se vierte la sangre, y la que executa con la peste, que penetra hasta el coraçón....Nicandro llamó al Texo: llorosa causa de la muerte. Teophrasto, Plutarco, Plinio y Lucrecio le apellidan mortal: y todos le huyen por venenoso".

Tenemos un ejemplar del libro en la Biblioteca General de la Universidad Central de Barcelona, otro en la Biblioteca Nacional de Madrid, y otro en la Biblioteca Pública de Valencia, aunque no descartamos otros ejemplares. Merece la pena recordar la importancia de dar con el libro del tío, Juan Ponce de León, de quien da cuenta el P. Bermejo, págs. XVII y XVIII del prólogo (donde no hace sino traer lo que dice D. Nicolás Antonio en su BHN, tomo I, pág. 762) y págs. 513/516, comentando su relación con Doña Ana de Austria, hija de Don Juan de Austria y abadesa, a quien Juan dedica su "Jardín espiritual de monjas", Burgos, 1627, que sí conocemos, además de dolerse por la ausencia de su obra capital. Avisamos que puede llamar a error la circunstancia de ser censor del Santo Oficio, ya que vive y ejerce por los mismos años otro Juan Ponce de León, fraile mínimo, verdadero azote de herejes, de quien encontramos numerosas censuras, véase por ejemplo las Obras de Quevedo, ed. de Luis Astrana Marín, Madrid, 1932, 2 vols. Nuestro Juan Ponce de León profesa en Texeda el 2/12/1584, edita su "Historia del Santuario insigne de Nuestra Señora de Texeda y milagros que nuestro Señor ha obrado por su intercesión" en Cuenca, año 1604, y nos queda citar un "Rosario de la Santísima Trinidad, por el cual concede el Señor, a los que rezan, grandes favores", Cuenca, 1631, que tampoco conocemos. Referencia de algunas de sus censuras tenemos en J. Catalina García, su “Tipografía Complutense”, y ajustada semblanza de los Ponce de León, en Ballesteros, “Historia de Utiel”, pág. 372.

74. PULGAR, Fernando del.- "Crónica de los Reyes Católicos, por su secretario ...". Edición y estudio por Juan de Mata Carriazo. Versión inédita. 2 vols., 4º. Madrid, 1943.

Véase Tomo I, cap. II, influencia de A. Cabrera en la decisión de Guisando; cap. XV, el favor de Cabrera cerca de Enrique IV, y cómo procura todavía servir también a los intereses del Pacheco, Maestre de Santiago, quien exige del rey el Alcázar de Madrid, a lo que se resiste Cabrera, sin éxito. Codicia del Maestre, que exige luego el Alcázar de Segovia, infructuosamente. Revuelta de Segovia contra los partidarios de Cabrera, sofocada por el alcaide; cap. XVI, trabajos del legado papal para la reconciliación de Isabel y Enrique (se trata del Cardenal Borgia, aunque no lo dice). Trata luego de unir a los nobles con los príncipes, lo que produce el acercamiento del rey a su hermana, a través de los Cabrera. Entrevista y reconciliación de Segovia. Pacta el Pacheco la destrucción de los Cabrera con el Duque de Alburquerque, y planea prenderles. Informa el Cardenal Mendoza de los propósitos del maestre, en posible contubernio con el rey, y proteje Cabrera la ciudad de Segovia, mientras el rey parte para Madrid a reunirse con el Pacheco; cap. XL, toma Toro el rey de Portugal, y reclama a Cabrera los tesoros del Alcázar de Segovia, que son unos 2000 Marcos plata y otras cosas, y negativa del alcaide; cap. LXXVIII, la infanta Isabel, guardada por Cabrera en el Alcázar. Destitución de Maldonado, que toma la fortaleza, haciendo rehén a Pedro de Bobadilla, suegro y alcaide. La ciudad, dividida en dos bandos. No consiguen los rebeldes ocupar la torre del Alcázar, pero toman las puertas de la ciudad, excepto la de San Juan, defendida por los partidarios de Cabrera. Regresa la reina, destituye a Cabrera de sus cargos, y vuelve a dárselos, aunque deja el de Justicia; y cap. CXVI, Cortes de Toledo, 1480. Jura del príncipe Don Juan, título de marqueses de Moya y merced de 1.200 vasallos en Segovia.

Tomo II, cap. CCXVI, la osadía del moro de los gomeres, en el campamento de Málaga. Acontecimiento que bien pudo conocer Pulgar, presente. Eran los gomeres moros habitantes de las montañas de Málaga, aunque de origen africano, véase "Varias antigüedades de España, Africa y otras provincias", de Bernardo José Aldrete, Amberes, 1614, caps. XXXI y XXXII, donde se dice "Quan viciosos, y juntamente quan valientes y esforzados...". Tratábase de un pueblo orgulloso y muy combativo. El rey de Granada tenía 500 gomeres de guardia personal, y había en Granada una calle de Los Gomeres. Es un suceso muy posible, a juzgar por la abundancia de testimonios: un moro fanático llamado Abrahem Alguerbi, tunecino, que toma a la Bobadilla por la reina Isabel, intenta acuchillarla, salvando su vida milagrosamente la abundancia y riqueza de sus vestidos, circunstancia que justamente había contribuido al error del santón, véase P. Martir de Anglería, Epístola 63 (29/10/1488), a su paisano Juan Arcimboldi, Arzobispo de Milán y Cardenal. Tiene lugar el suceso el día 18 de junio de 1487, en el transcurso del durísimo asedio a Málaga, uno de los episodios más dramáticos de la guerra de Granada. Véase documentada relación de la toma de Málaga en "Castilla y la conquista del Reino de Granada", edición de Granada, 1987, págs. 50/54, de Miguel A. Ladero Quesada. Anglería, Testigo de primera mano, relata cómo el moro es conducido a la tienda de la marquesa de Moya, que se halla en compañía de Alvaro de Portugal, a quien hiere "...casi mortalmente. Más veloz que el viento se lanza luego contra la Marquesa, que estaba echada de espaldas sobre el lecho, y le clava sañudamente la punta del arma en los vestidos, gracias a cuya dureza (pues eran de tejido de oro) se libró de ser apuñalada". Véase también la descripción del Cura de los Palacios. La reina reservaría para su querida amiga 30 esclavas de Málaga, que no es pequeña compensación, AGS/RGS, Jaén, 21/8/1489, fº 369, según Molina Gutiérrez, “Formación del patrimonio”, pág. 295.

Es curioso constatar la extrema prudencia del converso Pulgar al tratar ciertos temas. Por ejemplo, no tiene en cuenta para nada el carácter de progrom que es el levantamiento de Segovia de 1473, contra Cabrera, tomo I, cap. XV, o soslaya el mismo asunto al tratar la muerte del condestable Miguel Lucas de Iranzo, en Jaén, en el mismo capítulo. Véase al respecto "Fernando del Pulgar y los conversos", de Francisco Cantera, en SEFARAD, 1944, fasc. I, págs. 295/348, y Pinel, Retrato, págs. 139, y 152/155.


75. QUINTANA, Jerónimo de.- "Historia, Antigüedad, Nobleza y Grandeza de la muy Antigua, Noble y Coronada villa de Madrid". Madrid, 1629; 6 h+455 ff+índice.

Los Condes de Chinchón en el Libro II, cap. LXXIX. Los Xibajas en el mismo libro, cap. CXLIII. El accidente de Andrés Cabrera, erroneamente interpretado, en el Libro III, cap. XLVII. No parece en general muy bien informado. Duda por ejemplo si el apellido Cabrera le viene al marqués de Moya por línea paterna o materna, bien es cierto que las fuentes genealógicas con que contamos, aunque abundantes, son en general confusas, y a veces contradictorias, lo que es un dato que apunta hacia el elemento converso de la familia. Véase Rábade Obradó, págs. 522/524. Pinel y Monroy le cita textualmente.


76. RADES Y ANDRADA, Francisco de.- "Crónica de los tres Ordenes de Santiago, Calatrava y Alcántara". Toledo, 1572. Hay ed. facsímil, Barcelona, El Albir, 1980. XI+213 ff.

Ver Orden de Santiago, cap. 9, fº 15, col. 4, moros de Cuenca, Alarcón y Moya, entran en tierra de Uclés, y sólo resisten Uclés y Alharilla ; y Orden de Calatrava, cap. 15, fº 25, col. 2.

77. RIVERA DE LA GRANDA, Joseph.- "Compendio cronológico, en el cual se trata del origen, antigüedad y nobleza de la casa y linage del apellido Moya". Madrid, s/f, circa 1750. 50 págs.

Resume bastante bien la polémica genealogista sobre Alvaro Mariño, o Mouriño, rastreando la procedencia de algunas fuentes y trayendo de la mano en consecuencia la vieja cuestión de la primera conquista de Moya. Para no extraviarse, el asunto se reduce a una pregunta, y dos respuestas: ¿Quién es Alvaro Mariño?:

Respuesta 1. Valeroso gallego que irrumpió en Moya a pecho descubierto abriendo una brecha humana por la que se deslizaron las huestes cristianas del rey don Alfonso VIII, allá por las postrimerías del S. XII, cambiando su apellido en el de Moya, casándose a continuación con la Señora de Albornoz, doña María Alvarez, y dando origen al linaje.

Respuesta 2. Valeroso gallego ... ... las huestes cristianas al mando de Alfonso II el Casto, rey de Oviedo y Galicia, descendiente de Don Pelayo en cuarta generación, en correría allá por la primera mitad del siglo IX.

Tanto 1 como 2, se fundan en argumentos muy discutibles. En cuanto a la primera, que tal señor no puede ser otro que Alvaro de Albornoz, y, aparte lo inconveniente que resulta cambiar dos veces de apellido a lo largo de una vida, ya que viene a llamarse Albornoz al contraer matrimonio con doña María, "..prevaleció por los años de 1270, y quasi no havia nacido, quando ya estaba dicha villa poblada de Christianos..." (Rivera, pág. 14), extremo ya comentado cincuenta años antes por D. Luis de Salazar y Castro, "Historia genealógica de la Casa de Lara", tomo III, cap. XVIII. También Pedro G. de Aponte, José Pellicer y Suárez Alarcón ponen de manifiesto la contradicción. Véase también Mateo López, vol. II, pág. 225, y G. de Zurita, tomo III, libro VI, cap. LXXVI, año 1327, sobre el papel de Alvaro de Albornoz en el pleito de mojones entre los obispados de Cuenca y Teruel, por la Villa de Moya. Hay que decir que la respuesta 1 la dan Mártir Rizo, cap. VI, pág. 252, y J. Baños de Velasco en su “Memorial de la calidad y servicios de Don Cecilio Buenaventura Centurión”, ff 58v a 60v. Se salva el escollo aceptando que Alvaro de Moya/Albornoz no es el mismo Mariño, sino un descendiente suyo. Ello nos vuelve al punto de partida, es decir, que Moya fue conquistada por primera vez a fines del S. XII, en las campañas del rey Don Alfonso VIII, lo que es contestado por el equipo 2 argumentando, aparte otras razones de tipo puramente genealógico, que si el apellido y linaje de Moya tiene su comienzo en la conquista de la villa, difícilmente puede haber acontecido en tal fecha, ya que existían Moyas mucho antes, como aseguran Narcis Feliu de la Peña, Anales, que nos habla de un Guillen de Moya establecido en Cataluña a mediados del S. XI, y Lorenzo de Padilla, "Nobiliario Original", que asegura la procedencia astur/leonesa de los Moya de Cataluña, de origen castellano, y desplazados al norte por fuerza de la conquista agarena.

En cuanto a la respuesta 2, digamos que se basa en conjeturas más arriesgadas, y que aparte de Rivera de la Granda, la sustentan Salvador de Moya y, ¿cómo no?, Palacios Albiñana de Moya. Llama la atención la ausencia total de Mariños en el manuscrito de Caballón, "Fundación de Moya y su antigüedad", año de 1625, pergamino 36, Real Chancillería de Granada, mientras Pinel y Monroy se limita a reflejar la tradición, pág. 212. Sería interesante rastrear el origen de la leyenda. En nuestra opinión está en juego, simplemente, la antigüedad supuesta de Moya, lo que obedece a planteamientos puramente localistas y exentos de rigor. Es un diálogo de besugos, que llevado a sus últimas consecuencias podría desembocar en la conclusión, ¡ay!, de que Moya fue fundación del Padre Adán. No sería ésta una suposición tan insólita como parece. A saber: en el Cap. VI, Libro I de "La Fénix Troyana. Epítome de varias y selectas Historias Divinas, como Humanas: Breve resumen de la población del Universo. Noticia, y descripción de toda la Tierra. Sucinta Fundación de los Lugares más famosos de España con la sucesión de quantos Príncipes la han dominado; y deleitoso jardín de valencianas", Valencia, año de 1681, por D. Vicente Marés, cura párroco de Chelva, y en base a unos fósiles gigantescos encontrados en el paraje de la Torrecilla, se defiende la hipótesis de que Adán, a su expulsión del Paraiso Terrenal, vínose a Chelva después de haber habitado Jerusalén. Aduce el bueno de D. Vicens cuatro razones naturales y dos razones místicas que él llama conjeturas, todas basadas en el relato bíblico, e incuestionables. De aquí a suponer con todo fundamento que los moyanos somos más directos descendientes de Adán que los demás sólo hay un paso, ya que Chelva es vecina de pocas leguas y, según la misma fuente, en proporción a su estatura, eran capaces de andar nuestros primeros padres 40 leguas en un día. Si a ello añadimos que, andando el Cap. VII, se supone muy probable que Eva, pobre mujer, pariera en años alternos dos hijos cada vez durante 930 años que vivió Adán, la conclusión es irrevocable: Moya es anterior al Diluvio, acontecimiento histórico que tiene lugar diez generaciones después de la expulsión del Paraiso. El mismísimo Licenciado Rios se permitiría alguna ironía desde su adusta pose de inquisidor, aunque, en punto a imaginación, era casi tan veloz como D. Vicente, ya que en 1625 otorga a Moya una antigüedad de 4403 años. Afirma luego Marés que Moya es fundación de Alfonso IX (por VIII, si se tiene por Alfonso VII a Alfonso I de Aragón, que casó con doña Urraca), y Ademuz es fundación de los griegos focenses, el año 2960 d.D. (después del Diluvio). Contra esto tampoco tenemos razones. Remitimos a J. Caro Baroja, Las falsificaciones de la historia, prólogo.

Sobre historias de este cariz, leer a J. González, Castilla, cap. Episodios legendarios, págs. 26 y ss.: "A partir del siglo XIII, y más aún desde el XIV, la densidad de la floración legendaria que invadió el campo histórico, fomentada por credulidades ayunas de crítica y sedientas de admirables noticias, juntamente con las dificultades de apurar las fuentes históricas, causaron una temprana e inveterada deformación del conocimiento real de los hechos. Como circunstancias de la deformación hay que tener presente el ambiente de épocas en que lo ordinario en los cronistas era tomar posiciones interesadas y calibrar la nobleza por las hazañas prodigiosas y por el esfuerzo del brazo armado, por rasgos de lealtad o por la intervención de lo sobrenatural. Tampoco hay que perder de vista las interesadas versiones de ciudades y señores, esgrimidas en la negociación de privilegios".

Resulta superfluo internarse en terrenos de leyenda, incluso teniendo en cuenta la hermosura de algunos relatos, y es mucho más apasionante aplicar la imaginación a la interpretación real de los hechos, de la Historia de Moya, y de la Historia a secas, desde la humilde convicción que otorga la ciencia de que no es posible conocer absolutamente la realidad, ni siquiera la más próxima, sino sólo aproximarse a ella, asintóticamente. Lo demás es superstición o creencia religiosa, que nada tienen que ver con la ciencia, y entendemos que no hay más procedimiento que la ciencia para profundizar en el conocimiento de la realidad, no importa su índole.

Están por analizar, sin embargo, algunas fuentes que podrían arrojar algo de luz sobre la posible existencia de Alvaro Mariño. En ello estamos, y esperamos documentarlo, aunque nada aseguremos de sus hazañas. Por lo pronto, nuestras pesquisas nos traen la existencia de tropas gallegas entre los reinados de Alfonso VII y Fernando III, que las fuentes nos presentan singularizadas muy destacadamente por su coraje e iniciativa individual precisamente en circunstancias bélicas delicadas o difíciles. Es el caso, por ejemplo, de la numerosa progenie del Señor Fernando Yáñez, señor de Villamarín hacia 1140, establecida en tierras de Toledo. O de los Vargas Machuca, asturgalaicos y conocidos por el nombre del lugar toledano Vargas en el que se asentaron, y célebres por protagonizar toda una mitología de asaltos y gestos de furor bélico. Véase G. Argote de Molina, "Nobleza de Andalucía", ff 95v a 96v, y 101. No puede ser casual que estos legendarios Vargas compartieran (únicamente) con los Mariños el único escudo de armas, parecido al escudo de los Moya, que es con veros azules y plateados frente a las ondas azules y plateadas de Vargas y Mariños, que no incluyen la escala de los Moya, Argote, fº 129v. Por demás, estas estirpes aparecen desde el primer momento vinculadas a la Orden de Santiago. Es importante señalar que algunos de estos contingentes gallegos procedían de la zona de Navia de Suarna, en Lugo, donde se encuentran la feligresía de Santiago de Moya, con el río Moya y los lugares de Moya y Vilar de Moya. Esta feligresía pertenecía a la diócesis de Oviedo y se encuentra en la región conocida como las Asturias de Galicia, o de Lugo. Sin duda por coincidencia (?), recibe el nombre de rento de Asturias un caserío muy próximo a la villa de Moya. Más allá, sin embargo, de esta aparente coincidencia, retengamos el hecho de que la estirpe gallega de los Mariños pudo radicar en parte de la Moya gallega y que de ello puede proceder, como una conjetura, la vinculación de los Mariños con la Moya castellana antes de que el Infante Manuel -que en Moya había recibido varias encomiendas de Santiago- casase al gallego Alvaro de Mariño o Moya con la heredera de Albornoz hacia 1270, ver Baños de Velasco, Memorial. Para mayor confusión, diremos que Albornoz ha sido identificada con un despoblado en el término de Villamayor de Santiago, en Cuenca, a muy poca distancia del fuerte de Dañador o Añador, que en 1178 poseía Pelay Fernández (caballero gallego hijo del señor de Villamarín y seguramente su sucesor), probablemente por donación de Ibn Mardanis, y que entregó a la Orden de Santiago ese mismo año.

La impresión que se saca de la confrontación de las tres estirpes de Villamarín, Mariños y Vargas es bastante coherente: mercenarios de escaso rango social, tal vez armados a la ligera, seguramente constituyen grupos especializados en escaramuzas, emboscadas y asaltos. Es, como se ve, un conglomerado de circunstancias, sin duda algunas casuales, que es preciso analizar con detenimiento, caso de considerar a Mariño una operación rentable, en términos históricos. Hay en la Real Academia de la Historia, Colección Salazar, 9/238, fº 308 y ss, un grupo de informaciones tendentes a relacionar a nuestro hombre con los Azagra. Se trata de un nobiliario anónimo de 1520. Parece que se establecen en Aragón unos Mariño, Luego Pardo, al servicio de don Pedro Ruyz de Azagra. En 1175, un Pedro Pardo es testigo en la compra de Huélamo. Hay luego al servicio del hermano y sucesor de don Pedro, Fernando de Azagra, un Aznar Pardo, alcaide de Tarazona en 1186, que estaría en la conquista de Ademuz y es un destacado guerrero. Tenemos a los Vargas en el fº 289. Se habla en los ff 309 y 309v de un Arias Peyre Mariño. Según este manuscrito, es éste el héroe del que nos ocupamos, y se describe la toma épica de Moya en los mismos términos que emplea D. Trifón Muñoz y Soliva, tomo II, pág. 83, lo que nos permite creer que hemos detectado una de sus fuentes. Pero no es ésta la única pista que tenemos, ni mucho menos. Hay en la misma Colección Salazar numerosas referencias a estos y otros personajes cuyas características se ajustan bastante al retrato-robot del fazañoso Mariño, lo que ponemos en conocimiento de irreductibles de la Historia leyenda/poesía, a quienes pasamos el testigo aunque, no os quepa duda, no dejaremos por un momento de pasear el adarve y otear el horizonte, porque, como diría nuestro héroe, "Crer non cre-emos nelas, pero abelas ainas". Una buena introducción en este ambiente es sin duda el tomo I de "Historia de Albarracín y su Sierra", de M. Almagro Basch. Sólo hemos encontrado el “Compendio Cronológico” en la Bibl. Nacional de Madrid, y en la Bibl. General de la Universidad de Salamanca.