Capítulo III

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18. FERNANDEZ DE BETHENCOURT, Francisco.- "Historia genealógica y heráldica de la Monarquía Española, Casa Real y grandes de España". Madrid, 1900. 12 vols., fol.

Nos interesa el tomo II. 640 págs. Es la guía básica para el seguimiento histórico de los títulos nobiliarios. Los Cabrera y Bobadilla, en págs. 231/237; los señores de Belmonte, Marqueses de Villena y Duques de Escalona, en págs. 146-303, etc. No nos parece necesaria, por ahora, la descripción del árbol genealógico de los Cabrera/Bobadilla, aunque sí decir algunas cosas en torno a la trayectoria dinástica del marquesado de Moya, no obstante remitir a un trabajo posterior que podría aclarar algunos aspectos importantes de la cuestión. Digamos que nace con evidente instinto de supervivencia y dispuesto a compartir las mieles de la grandeza con otras casas nobiliarias, ya que hay un primer intento de fusión con los Villena en la persona de Pedro de Cabrera, el primogénito, cuya muerte prematura pospone la maniobra hasta la tercera generación, que registra el matrimonio de Luisa Bernarda I con Diego López Pacheco II. Hay a continuación un simulacro de desplazamiento hacia la casa de Zúñiga y Avellaneda, condes de Miranda del Castañar, en la persona de la primogénita de los III marqueses de Moya, Juana Pacheco de Cabrera, que gana temporalmente la tenuta del título a su hermano Francisco aduciendo incompatibilidad entre Villena y Moya, aunque revierte, y permanece en la línea de sucesión de los Pacheco hasta su extinción, que tiene lugar en 1798 con la muerte de Felipe López Pacheco, XIII marqués de Moya. Regresa entonces a la casa de Zúñiga, que es también Portocarrero, Palafox, etc. y condes de Montijo, y desemboca en Fitz-James, la Casa de Alba. Hay que decir que ha influido poderosamente la circunstancia de no transmitirse por rigurosa agnación, lo que ha motivado el indudable protagonismo femenino en sus diferentes ramas, y el trasiego de derechos a otras familias nobiliarias. No puede ser puesta en duda la capacidad de supervivencia de los Cabrera Bobadilla.

19. FERNANDEZ DURO, Cesáreo.- "Amigos y enemigos de Colón". Conferencia en el Ateneo de Madrid, 1892. 27 págs.

Reproduce el texto de Pinel, asegurando la buena disposición de la marquesa y su valimiento con Colón, Retrato, págs. 328/329. No hay hasta la fecha más datos que los aportados por Alvar Gómez de Cibdad Real, autor del poema "De Mira Novi Orbis detectione", que abre la crónica de Pinel y Monroy, véase la traducción de un significativo fragmento en págs. 65/66 de "La Marquesa de Moya", por Muñoz de Rocatallada, Condesa de Yebes. Sabemos ahora que es un testimonio falaz, fruto de la mente calenturienta de D. Gonzalo Navarro Castellanos, preceptor del XII Marqués de Moya e inductor del cronista Pinel y Monroy; véase Juan GIL, "La épica latina quiñentista y el descubrimiento de América", en Anuario de Estudios Hispanoamericanos, XL, 1983, págs. 1/49, brillantísimo análisis de los primeros poemas latinos dedicados a la empresa colombina, y muy especialmente del "De mira”. No obstante, parece bastante probable que se conocieran Beatriz y el Almirante, aunque no esté probada la disposición de la marquesa con respecto a las pretensiones de Colón. Comparten varios amigos comunes con probado protagonismo en la empresa y coinciden, eso sí, en el campamento de Málaga, agosto/septiembre de 1487, según Ballesteros. Véase Antonio Sánchez Moguel, "Fray Hernando de Talavera y su intervención en las negociaciones de Colón con los Reyes Católicos", en B.R.A.H., Tomo LVI, 1910, págs. 154/158, en que se cita documento de entrega de cierta cantidad de maravedís al genovés como ayuda de costa para ir al Real de Málaga, donde no pudo escapar a su atención el conocido atentado del moro de los gomeres. Véase también la abundante obra de Fernández de Navarrete sobre los viajes de Colón, incluidos los previos. Vuelven a coincidir en Santa Fe en 1492, véase Rumeu de Armas. Además, Madariaga y otros suponen que Colón cuenta con la amistad y protección de Abraham Senior, importante judío de Segovia y estrechamente ligado a los Cabrera, como sabemos. Todo induce a suponer, por tanto, el mutuo conocimiento de Beatriz de Bobadilla y Colón, aunque los datos no permitan atribuir a Beatriz ningún protagonismo en los planes del genovés. Véase una confirmación de nuestras dudas en "Cristóbal Colón y el descubrimiento de América", Barcelona/Buenos Aires, 1945, de Antonio Ballesteros Beretta, tomo II, págs. 460/462, vol. IV de su magnífica Historia de América, donde por ejemplo se subraya que el P. Las Casas no cuenta con la marquesa de Moya entre los patrocinadores de la magna empresa, consúltese Codoin para la Historia de España, de Zarco del Valle y Sancho Rayón, tomos LXII a LXVI, "Historia de las Indias", primer volumen, cap. 5, págs. XXIX a XXXII, circunstancia digna de tener en cuenta, pues Las Casas consultó directamente los papeles del almirante. No hay tampoco vestigio de los marqueses de Moya en la “Vida del Almirante”, de Hernando Colón, véase cualquiera de sus variadas ediciones. En un documentado estudio y edición de esta crónica en italiano, 2 vols., 1930, Rinaldo Caddeo sencillamente confunde a la marquesa de Moya con la señora de las Canarias, págs. 129, 131 y 259, véase lo que decimos en Rumeu de Armas. Tampoco da noticia Fernández de Oviedo en su “Historia General y Natural de las Indias”, a pesar de conocer muy bien a los marqueses, véase el tomo I, que corresponde al vol. 117 de la B.A.E., Libro II, cap. IV, donde otorga casi todo el valimiento al eficaz y nunca bien ponderado Alfonso de Quintanilla, persona muy próxima, como sabemos, a los Cabrera.

Hace Ballesteros en su Historia citada el más completo estudio de la empresa colombina, con importante aporte de fuentes, págs. 1/96, a cuya lectura remitimos, y estrecho seguimiento de los movimientos de Colón en pos de la Corte. A propósito, es curioso el contraste entre sus dudas de 1945, pág. 462, y el claro pronunciamiento por el compromiso de la Bobadilla con la empresa de Colón que hace Ballesteros en su "Figuras imperiales", Austral-677, donde dice en pág. 123 "De todos modos, la protección de la Bobadilla a Colón está hoy bien probada con documentos incontrovertibles". No cita ningún documento, obviamente, limitándose, en nuestra opinión, a trasladar las palabras de Cesare de Lollis, uno de los estudiosos clásicos del florentino, que en su "Cristoforo Colombo nella leggenda e nella Storia", Milano, 1892, pág. 96, dice entre otras cosas, que la mutua simpatía entre los dos personajes "...ad ogni modo, oggi viene comprovata da documenti d'incontestabile autorita" que, si bien se mira, es un pronunciamiento menos arriesgado que dar por cierto el mecenazgo. No hace falta aclarar que Lollis tampoco exhibe ningún documento justificativo. En 1910, D. Manuel Serrano y Sanz, en su "Orígenes de la dominación española en América", N.B.A.E., Tomo L, I, pág. CXXVI, se limita a desmarcarse de la opinión de Modesto Lafuente que, nuevamente sin base documental alguna, introduce a la marquesa de Moya en la aventura colombina, véase "Historia general de España", 1879, tomo II, pág. 314; y D. Salvador de Madariaga, en su "Vida del muy magnífico señor Don Cristóbal Colón", pág. 233 de la edición de 1947, remite crédulamente a la tradición, sin aportar otra fuente; también Washington Irving, en su hermosa "Vida del Almirante D. Cristóbal Colón", véase Libro II, cap. V, el episodio del moro de Málaga, y cap. VII, ed. de Madrid, 1833; lo mismo C. Pérez Bustamante en su cuidada edición del "Libro de los privilegios del Almirante C. Colón (1498)", pág. XII.

Nosotros consideramos zanjada esta cuestión en base a la impresionante "Colección Documental del Descubrimiento (1470-1506)", 3 vols., Madrid, 1994, enorme esfuerzo de la Fundación MAPFRE en colaboración con la Real Academia de la Historia, en la que están Carlos Seco Serrano, Ramón Ezquerra Abadía y Juan Pérez de Tudela, que manejan y transcriben unos ochocientos documentos reuniendo y superando las colecciones documentales clásicas: las dos colecciones de documentos inéditos relativos al descubrimiento (1884 y 1932), índice Shäffer; la colección de Fernández de Navarrete; la colección de D. Juan Bautista Muñoz; la colección de Vargas Ponce; los documentos colombinos de la Casa de Alba; Serie de Indias de la Sección Diversos del A.H.N., catálogo Pescador; la “Raccolta Colombiana” (1896), etc., etc., además de los insuperables trabajos de Alice B. Gould, A. García Gallo, H. Harrisse y otros, sin hallar en este ingente trabajo evidencia alguna, por el momento, de cuanto afirma Francisco Pinel y Monroy. Y nadie antes de él se atreve siquiera a sugerir semejante relación de patronazgo, cualquiera que sea su naturaleza.

Resultan cuando menos pintorescas algunas estrofas del poema "Colón", que publica el inefable D. Ramón de Campoamor en 1854, con versos de este tenor:

-Al veros ir, me dijo el mensajero,

Hablaron a la Reina de Castilla

Santangel, de Fernando tesorero,

Y el contador Alonso Quintanilla.

Torno a la corte al fin, y allí me entero

Que la hermosa Beatriz de Bobadilla

Volvió también providencial su gracia

A poner entre el trono y mi desgracia.

Entró la Reina a ver, y así se expresa,

Con rostro altivo y con afable acento:

-En vez de perlas, como vos, Marquesa,

Ceñir con flores mi cabeza cuento.

Vended mis joyas, pues costear la empresa

Por mi corona de Castilla intento.

Formóse el pacto al fin; ¡sea en buen hora!

......

Hay que decir que este asunto ha ocupado buena parte de nuestro tiempo desde la primera lectura de “Retrato del buen Vasallo”, y nos ha proporcionado una de las más grandes satisfacciones de las muchas que procura el trabajo de investigación. En efecto: conforme avanzábamos en el estudio del entorno literario, humano y político del libro de Pinel y Monroy, llamó poderosamente nuestra atención la figura de Don Gonzalo Navarro Castellanos, clérigo, latinista, preceptor, consejero y administrador de la casa de Moya/Villena en la minoridad de Don Juan Manuel Fernández Pacheco a partir de la muerte de su padre, Don Diego Roque López Pacheco, VIII Marqués de Villena y Moya. Este oscuro pero eficiente servidor de los Pacheco, merecedor de mayor atención y un trabajo aparte, es directo responsable de la edición del Retrato (1677), en la que figura preferentemente con un curioso panegírico en verso latino a D. Andrés de Cabrera y a doña Beatriz de Bobadilla, primeros marqueses de Moya, que introduce al lector en la materia del libro, que es en realidad memorándum y certificado de grandeza histórica de los Pacheco Cabrera y Bobadilla. Podemos asegurar sin temor a equivocarnos que D. Gonzalo es también el astuto responsable de algunos errores, omisiones, argucias y trápalas contenidos en el libro de Pinel. El señalado privilegio que éste concede a D. Gonzalo, no obstante contar con la posibilidad de otras plumas introductorias más encumbradas, como Pellicer, Salazar y Castro, etc., constituyó para nosotros el primer motivo de sospecha. Luego, la ausencia de todo vestigio documental del mecenazgo colombino pretendidamente ejercido por Doña Beatriz de Bobadilla; más tarde, la sospechosa referencia de Pinel en torno a la autoría de Alvar Gómez de Ciudad Real (pág. 328) y las dudas consiguientes, agradablemente compartidas con Henry Vignaud (1911), uno de los más grandes estudiosos de Colón, que ya da cuenta de un importante anacronismo (Typhis, el piloto de Argos). En fin, teníamos la certeza, poseídos por la emoción que precede a los grandes descubrimientos, de estar ante una superchería cuya constatación iba a producir importantes modificaciones en nuestro análisis del libro de Pinel. Cuando ya nos disponíamos, impacientes, a iniciar el trabajo de traducción de la pretendida prolusión poética de Alvar Gómez, nos damos de bruces con el magnífico trabajo de Juan Gil en el Anuario de Estudios Americanos, que resume, confirma y sobrepasa nuestras sospechas. Hace tiempo iniciamos un trabajo en torno a este apasionante asunto, que constituye otra de nuestras cuentas pendientes, y uno de los capítulos más hermosos de esta historia.

Aún así, deberíamos seguir rastreando la posible participación de la Bobadilla en las cuentas del Descubrimiento, como parte de nuestra labor de acercamiento a la persona. Tenemos constancia de su afición a las expediciones marítimas: obtiene en 1478 licencia para fletar una carabela a Guinea, R.G.S., Sevilla, 13 Mayo de 1478, fº 26 (véase P. Molina Gutiérrez, pág. 295), con fines puramente lucrativos, sin duda, ya que se le otorga con exención del quinto, aunque resulta más romántico formarse la idea de una Beatriz amante de aventuras exóticas y erguida melena al viento en Punta Umbría, oteando el horizonte y a la espera de D. Cristóbal. No es ésta una imagen tan insólita si se tiene en cuenta la existencia de varias novelas y dramas con el tema común de los amores del “Almirante de la Mar Océana” con una Bobadilla, aunque se trata de la Señora de Las Canarias, sobrina de la marquesa de Moya. Véase Rumeu de Armas, “Cristóbal Colón y Beatriz de Bobadilla”, pág. 24, o bien E. Romeu Palazuelos, "Beatriz de Bobadilla", págs. 228/229 del Homenaje a Elias Serra Rafols, III, 1970, y lo que decimos de A. Cioranescu, que conoce muy bien este asunto y también pone en duda, por cierto, el protagonismo de la marquesa en el descubrimiento, "Colón y Canarias", pág. 129. Es La Bobadilla, por ejemplo, conocido personaje de “Il Cortegiano”, de B. Castiglione. Y no dejéis de leer la inefable novela histórica de don Francisco José Orellana, "Isabel Primera", Barcelona, 1867, donde tanto Beatriz como Andrés, primeros marqueses de Moya, desempeñan el protagonismo históricamente debido, ¡faltaría más!.

20. FERNANDEZ DE RETANA, L.- "Isabel la Católica, fundidora de la unidad nacional española". Madrid, 1947. 2 vols.

Un tanto mística visión de la figura de Isabel, y de la unidad, y estilo marcadamente novelesco, aunque maneja un elevado caudal de información, muy útil. Ver Parte I: caps. I, II, X, XI y XIV. Parte II: caps. I, XII y XIII. Parte III: caps. I, II, III, XXIV y XXVII.


21. FERRARA, Orestes.- "Un pleito sucesorio. Enrique IV, Isabel de Castilla y la Beltraneja". Madrid, 1945. 480 págs., 4º.

Ver cap. XIV, Preparativos de victoria, que trata de los acuerdos secretos que condujeron a la entrega de los tesoros del Alcázar de Segovia, véase R. Fuertes Arias; cap. XV, “Los nuevos reyes de Castilla”; y cap. XVI, “Doña Juana, reina de Castilla y Portugal”, que contiene el famoso manifiesto de la Beltraneja, interesantísimo documento que tenemos también en los Anales, de Zurita, libro XIX, cap. XXVII. Analiza Ferrara con bastante precisión los personajes en torno a la reina, y nos ofrece la visión de un Andrés Cabrera insólito y de modernas convicciones: respetuoso y fiel a las dos testas coronadas y, añadiríamos nosotros, imbuido del espíritu de hombre de estado que imponían los tiempos, aunque cabe atribuir esta actitud a la tendencia general de judíos y conversos a buscar por todos los medios la estabilidad política necesaria, propiciatoria de una convivencia tantas veces interrumpida, circunstancia sólo alcanzable con una monarquía de sólidas bases, véase Luis Suárez Fernández, "La expulsión de los judíos de España", Barcelona, 1992, págs. 257/264, y lo que dice de Cabrera y el judío Abraham Seneor, rab mayor, arrendador general de rentas de los Reyes Católicos, y alguacil mayor de la aljama de Segovia, cuya importante influencia en las decisiones del mayordomo está probada, véase A. de Palencia, Enrique IV, Década II, libro VIII, cap. X., o el “Cronicón de Valladolid”, pág. 195 de la ed. de 1848.


22. FERRER NAVARRO, Ramón.- "La exportación valenciana en el siglo XIV". Zaragoza, 1977. CSIC.

Estudio basado en las fuentes del Maestre Racional, Archivo del Reino de Valencia. Es Moya zona de fuerte contacto comercial, y se detecta como destino de mercancías del Reino de Valencia en los años 1383-87-92-94-96-97-98 y 99.